A principios de agosto me compré el anhelado Macbook. Tras un mes de traslados, instalaciones y exploraciones, lo uso para trabajar (la vieja pc queda de reserva) y para hacer todo lo demás. Todo lo demás… ¿qué es todo lo demás? Navegar, escribir, dibujar, procesar imágenes, explorar… Hoy, por ejemplo, de casualidad fui a parar a blogs bolivianos y me dio una nostalgia terrible. Angustia de ya no poder seguir el hilo, de ver todo desde afuera, de sentirme una extranjera. Me dieron ganas de tomar más contacto, leer, escribir, estar al tanto de todo. ¿Pero de dónde saco el tiempo y las fuerzas? Ya estoy metida en mil cosas… Demasiadas, evidentemente. Tarde o temprano tendré que elegir.
Hace algunos meses dejé congeladas algunas de mis pasiones, como la lectura y la escritura frecuentes, para poder dedicarme más al trabajo y ganarme de una vez el pan de cada día en completa autonomía. Bueno, el pan ya está, ahora tengo que esforzarme por conseguir mejores clientes, para poder ganar más y trabajar menos. Y volver a mis viejos amores.
Qué día, y eso que recién es media tarde. Descubrí que invité a casa a un crítico literario, sin saberlo, y para ver quién era me perdí en lecturas italianas. Chateé con mi hermana, que anda con líos burocráticos, y para ayudarla fui a ver mis documentos: más nostalgia. Viejos carnés universitarios, fotos, certificados de nacimiento (y otros impronunciables), libretas de notas del colegio, permisos para viajes de menores de edad, legalizaciones de títulos de studio… ¿Cómo son esos documentos ahora? ¿Cómo es el carnet boliviano? ¿De qué tipo serían mis amigos si yo siguiera allá? ¿Habría yo seguido esta senda medio geeky, medio snob, medio intelectual, medio hippy, medio transgresiva, medio cronopio, medio fama, medio…? Medio yo misma, pero nunca mediocre.
Ya estoy divagando. Divago y ando. Ahora vuelvo al trabajo, tengo un par de páginas para entregar esta tarde, otra mañana en la mañana, otras 9 mañana en la tarde… Quién sabe si tendré la fuerza de volver a mí antes de lo previsto.